Al momento que la
mujer descubre que está embarazada miles de sentimientos y emociones surgen,
comenzando esta linda travesía de encuentro con la maternidad.
Una nueva vida
comienza a desarrollarse en nuestro interior, modificándose el cuerpo de la
mujer para alojarlo cerca de nueve meses en su vientre.
En estas 40 semanas de embarazo, la mujer transitará por diversos cambios físicos y emocionales: su vientre crecerá, podrá sentir el movimiento de su bebé, sus emociones fluctuarán y la familia entera se modificará para darle la bienvenida a un nuevo integrante.
Al margen de esta
transformación física, emocional y social, la mujer intentará continuar con su
vida previa al embarazo: se seguirá levantando a la misma hora para ir a
trabajar, sus exigencias laborales no suelen disminuir, sus responsabilidades
sociales se mantienen, etc. De hecho, la demanda en el trabajo puede aumentar,
ya que debe considerar no dejar elementos pendientes en su licencia maternal, organizar
y coordinar sus responsabilidades para no generar obstáculos a sus compañeros.
Compaginar el embarazo
con la vida laboral, social y familiar puede generar situaciones importantes de
estrés.
Durante varios años
los profesionales del área perinatal creíamos que las emociones no incidían en
el desarrollo del bebé. Uno puede pensar: la tristeza, la angustia o la
ansiedad no pasan por la sangre, ¿cómo pueden llegar al bebé? Esto es cierto,
las emociones no navegan por la corriente sanguínea, pero sí lo hacen las
hormonas. Las hormonas son sustancias químicas que pueden llegar hasta la
placenta o mismo al bebé, afectando su desarrollo.
A modo de ejemplo
pensemos en una situación común. Fernanda está embarazada de 35 semanas, es
contadora y trabaja hace varios años en una empresa. Por su cargo, hay
decisiones que no puede delegar y necesita resolver situaciones y trámites
antes de comenzar su licencia maternal. Ha decidido trabajar hasta último
momento, y así agregar semanas de licencia para cuando el bebé haya nacido.
Estas últimas semanas han generado un importante nivel de estrés en su vida,
elevando de forma constante los niveles de adrenalina
y cortisol. Estas hormonas, llamadas “hormonas del estrés” afectan el
flujo sanguíneo que alimenta al bebé, e inciden en su sistema nervioso.
Fernanda describe
tener contracciones irregulares con un poco de dolor, y nota que su bebé se
mueve mucho más que antes. Sin ella saberlo, estas hormonas se elevan en el
bebé, estando él también estresado.
A las 37 semanas logra
culminar sus responsabilidades laborales, con la esperanza de descansar unos
días antes que nazca el bebé. Pero estrepitosamente el parto se desencadena,
naciendo el bebé antes de lo esperado. Las mujeres con niveles elevados de
cortisol y adrenalina tienden a tener partos prematuros, con bebés de bajo peso
o pequeños para su edad gestacional (recordemos que los nutrientes no estaban
llegando de forma adecuada).
Con el bebé ya en
casa, Fernanda y su familia procuran acomodarse al nuevo integrante, pero no
entienden por qué llora tanto y se encuentra tan quejoso. Los bebés que nacen
con estas hormonas elevadas, suelen llorar más frecuentemente y estar molestos.
Además, en pruebas de nivel cognitivo y motor, las estadísticas muestran que
tienden a estar descendidos.
Cuando las
publicaciones, estudios e investigaciones comenzaron a revelar estos resultados
en las mujeres con estrés crónico, los profesionales de la salud nos
encontramos obligados a “gritar a los cuatro vientos” la necesidad imperiosa de
entender el efecto del estrés en el bebé y la mujer. Si tomamos consciencia de
la importancia de que la mujer disfrute de su embarazo y lo viva de forma plena
y relajada, tendremos como resultado bebés sanos, con embarazos a término
completo (40 semanas de gestación) sin tantas dificultades en la lactancia ni
en la adaptación a la vida extrauterina.
Sin embargo, la
realidad es que la mujer suele tener obligaciones laborales, sociales y
familiares que no puede dejar de cumplir. ¿Quién se imagina decirle a su jefe?
“Discúlpeme, pero tengo que estar
desestresada en mi embarazo, así que para esa tarea tan importante, no cuente
conmigo… Y me olvidaba, a partir de ahora voy a trabajar 6 horas, así puedo
dormir la siesta y disfrutar de mi embarazo”. Esto no es real. Muchas
mujeres no tienen la opción de escapar de situaciones estresantes, puede ser un
divorcio, la enfermedad de un familiar, una situación laboral complicada, etc.
Pero, así como
aprendimos que existen estas hormonas del estrés que afectan el desarrollo del
bebé, también se descubrió diferentes formas para combatirlas. A continuación
comparto algunas de ellas que tienen evidencia científica que las sustenta:
- Masajes relajantes y tratamientos de Medicina China.
Tomarse un momento
para relajarse, para aliviar las tensiones y molestias del cuerpo, poniéndonos
en contacto con nuestro bebé parece tener un efecto altamente positivo para
bajar las hormonas del estrés. Hay estudios que muestran que mantener
tratamientos de masajes relajantes o medicina china reduce los partos
prematuros, y posteriormente los bebés tienen mejores resultados en las pruebas
de nivel.
- Psicoterapia
Los encuentros
individuales o grupales pueden ser una buena herramienta para lidiar con
situaciones estresantes que la mujer no está pudiendo resolver sola. Hay
situaciones angustiantes que pueden resultar difíciles de lidiar, para estos
casos la psicoterapia es un buen recurso.
- Nutrición adecuada – aporte de omega 3
Durante el embarazo
las madres pueden llegar a un estado de falta de ácidos grasos omega- 3 debido
a que traspasan sus reservas para el desarrollo del cerebro del bebé. Este
estado se asocia a la aparición de estados depresivos, angustia, etc. Es
conveniente que la mujer mantenga una nutrición adecuada, y en algunos casos
suplementar el aporte de los ácidos grasos. Si el cuerpo de la mujer está en un
estado óptimo, colaborará con el desarrollo de su bebé.
A modo de conclusión,
entiendo que es importante tomar consciencia de como incide el estrés crónico
de la mujer en su bebé. No solo tiene un efecto en el embarazo, sino que afecta
su sistema nervioso en general. Una mamá con estrés crónico, lleva en su
vientre un bebé estresado. Esta dura realidad puede ser fácilmente tratada. No
implica que la mujer deje de trabajar, ni que se esconda de situaciones
familiares y sociales estresantes. Requiere que la mujer tome consciencia de la
importancia de mantenerse relajada, desarrollando actividades o generando
situaciones que la ayuden en este aspecto. Puede tomar como hábito el salir a
caminar un ratito todos los días para despejarse, puede buscar salir con amigas
una vez por semana para conversar, hacer gimnasia, masajes, o consultar con un
terapeuta. Existen miles de formas en las que una mujer puede “bajar la
pelota”, y a pesar de las circunstancias, que tanto mamá como bebé puedan
disfrutar a pleno el embarazo.
Lic. en Psic. Claudia
López Rodríguez
www.nacemama.com
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